sábado, 19 de diciembre de 2020

¡Guíame Mabel! - XIV


                                                        XIV

Te llamé para sacar a los chicos a pasear pues ya me regresaba al país donde residía. Tú sabes, ya están adolescentes, dentro de poco querrán salir con sus amigos y no con un tío mayor como yo. En ese momento supe que te ibas a operar por eso los chicos no iban a salir.

-Sabes cómo me divierte salir con ellos.

-Será para otro día-me dijiste.

Y ya no hubo otro día.

Tuve un sueño, alguien tocó la puerta de la casa de mi hermana. Abrí y una mujer me asombra al cercarse tan cerca de mi rostro y entra sin hablar nada. Su rostro era oscuro, como si fuera de ascendencia africana. Cuando entra, le siguieron tus hijos; apurados subieron al segundo piso. Yo los seguí para encontrar a la mujer que ingresó sin hablar. La vi correr por el pasadizo a una habitación del fondo.  Entré, pero no había nadie. Les pregunte a tus hijos si habían visto a la mujer, dijeron que no y me desperté.

Me fue fácil descifrar el sueño, la mujer que vi y tenía piel oscura eras tú, porque te decían “Negrita” y significaba que yo iba poder salir con tus hijos. Y dicho y hecho. Mi hermana me dice que iban a venir el domingo temprano para ir a pasear. Listo, se iba a cumplir mi deseo pendiente. Pero me llaman inesperadamente, me dicen que tenía que viajar para una reunión inaplazable de trabajo. No puede ser, me dije, y no podía dejar de ir, ¡qué mala suerte! Y no podía creer que mi sueño no se iba a cumplir.

Bueno, me resigné. Así estaba cuando recibí una llamada que me decía que la reunión se adelantaba para el sábado, por motivos de fuerza mayor. Me asombré otra vez, ¡cómo es posible que todo llegue a concordar para que sueño se llegue a materializar! ¡que fuerza puede manipular de esa manera la realidad!

Asistí a la reunión de trabajo y regresé a mi casa el sábado por la noche. Estaba entusiasmado y ansioso porque te iba a ver.

No te vi. En la mañana del domingo, como estaba previsto, tocaron la puerta y abrí, pero, no te vi. Entraron tus hijos, que me saludaron y subieron a saludar a su tía que estaba en el último dormitorio del segundo piso. Hasta allí los seguí, tan igual como lo soñé. Quería saber dónde estabas, pero intuí que estabas allí, alrededor, sintiéndonos.

La pasamos fenomenal, nos fuimos a un parque de diversiones y nos divertimos ¡como nunca! Al final del día los llevé a tu casa y me despedí.

Aunque quiero decir un millón de palabras que traduzcan un megatón de sentimientos que siento, todo lo que puedo decirte es gracias, a ti.

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