XVIII
Cuando Saturno
paso otra vez por la casa de mi nacimiento ocurrió el gran cambio.
Siempre había
tenido curiosidad por la astrología. Era interesante pensar que la alineación
de los cuerpos celestes significaba acontecimientos en la vida de una persona.
No creía mucho en los horóscopos que publicaban los diarios, aunque a veces
acertaban en sus pronósticos. Me intereso más cuando supe que la carta de
nacimiento auguraba hechos más fidedignos, pero de allí a levantar una carta
requería cálculos que no entendía.
De alguna manera
siempre había tenido contacto extraño con el futuro. De niño solía mirar las
llamas de una vela y de tanto mirarlas me conducían a un mundo raro donde yo
estaba mirando las llamas, pero con cuarenta años de edad en un hogar
diferente. Recuerdo que cuando tenía trece años, estando en la puerta de la
casa de un amigo le pregunté qué haría si hubiera un terremoto. Mi amigo no
alcanzó a contestar la pregunta pues la tierra comenzó a temblar violentamente,
a elevarse nube de polvo al cielo y la gente a salir de sus casas y
arrodillarse en la acera pidiendo protección de Dios. Un día, de tonto o
idiota, me dije que alguien iba a morir. A los dos días una tía murió. No sé
porque pero me sentí culpable de su muerte. Algunas veces cuando me quedaba
solo en casa y era de noche, se apagaban y se encendían las luces o encendían
el televisor por sí solo. Pensaba que alguien me estaba jugando una broma, pero
no era así. A pesar de lo extraordinario del hecho, lo tomaba con jocosidad,
tal vez para no aceptar lo misterioso.
Una noche
regrese a mi casa como las nueve de la noche. Abrí la puerta del cerco
perimétrico y cruzaba el jardín para entrar por la puerta principal, cuando
escuché un sollozo. Me pregunté de donde vendría ese lamento. Me detuve a
escuchar, pero el sollozo paró. Seguí caminando y se volvió a escuchar el
sollozo. Me di cuenta que no venía de ninguna parte sino de dentro de la casa,
quizás de la primera planta porque escuchaba el llanto claro y fuerte. Miré el segundo piso y vi una luz encendida.
¿Que habrá pasado? ¿Quién estará llorando? A esa hora de la noche no había
nadie en casa, solo mi mamá, así que supuse que ella estaba llorando. De todas
maneras, recorrí el primer piso que estaba todo oscuro, no había nada. Subí al
primer piso y fui al cuarto de mi mamá. La encontré tejiendo.
- Mama, ¿has estado llorando?
- ¿Yo? No.
- Escuche que alguien lloraba cuando
entraba a la casa.
- Te has imaginado.
La miré y no
tenía señas de que hubiera estado llorando, la vi bien tranquila.
- No, escuché clarísimo que alguien
lloraba, me pareció que era del cuarto de servicio que da al jardín, pero no
hay nada.
- ¿Quién va haber si estoy sola aquí?
- ¡Es verdad, alguien lloraba!
- Talvez era el vecino de al lado.
- ¡No! era aquí en la casa.
- Ya no sigas que me estas molestando.
Bueno, lo deje
así. Pensé que de repente estaban penando en la casa. No le dije eso para no
asustarla, pero tampoco le dije que el llanto que escuché era el de ella.
Cuatro años
después escuche el mismo llanto. Encontré a mi mamá llorando desconsoladamente,
pues mi padre la había abandonado por una mujer más joven que ella.
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